sábado, 16 de julio de 2011

domingo, 10 de julio de 2011

Reflexión dominical del Padre Gregorio Gil Cruz. Nochixtlán

Domingo, día del Señor
"A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos”
Evangelio: Mt. 13, 1-23
Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que Él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:
"Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga".
Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?". Él les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos; pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.
En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.
Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.
Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende le llena el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.
Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto. En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta". Palabra del Señor.

 El núcleo de la proclamación evangélica de este domingo es la eficacia de la Palabra de Dios, aunque puede estar condicionada por la aceptación o no del cristiano. La iniciativa de la salvación es de Dios y la respuesta del hombre puede ser positiva o negativa, y es lo que meditamos en este domingo. Dios siembra la semilla (siempre buena semilla, de calidad) y depende de nosotros abrirnos a su amor y comprender la riqueza del Reino para producir muchos frutos.
Jesús comienza el discurso de las parábolas con la del sembrador: “Salió el sembrador a sembrar...” y al sembrar parte de la semilla cayó junto al camino; otra parte cayó en terreno pedregoso; otra cayó entre espinas; y el resto cayó en tierra buena...”. Y nos narra qué sucedió con cada tipo de semilla: una no fructificó porque se la comieron los pájaros; otra se secó; a otra la ahogaron las espinas; y la sembrada en tierra buena dio una cosecha abundante. 
El mismo Jesús nos explica su significado: Cristo es el sembrador, la semilla es la Palabra de Dios, y el terreno somos cada uno de nosotros. Surge una cuestionante: si el Sembrador sembró la semilla por todos lados, ¿por qué sólo una cuarta parte produjo buena cosecha y el resto se echó a perder? ¿Por qué no fructificaron todas las semillas, si eran de buena calidad? La semilla da frutos sólo si cae en tierra buena. Y el fruto será tanto más abundante cuanto mejor sea el terreno en donde caiga. La semilla de la Palabra de Dios sólo es fecunda allí donde encuentra un corazón dispuesto. Dios siembra todos los días a manos llenas en tu alma su gracia divina. ¿Cuántos frutos está dando esta semilla en tu vida?
Esa semilla no sólo representa la Palabra de Dios, sino todos los dones que Dios nos regala a diario: el don de la vida, la familia, el vestido, el alimento…Y si Dios está sembrando tanto en ti, ¿cuántos frutos estás produciendo: al ciento por ciento? ¿Qué tipo de tierra eres tú? ¿Qué clase de cristiano eres: cristiano por conveniencia, por tradición, o de nombre? ¿o cristiano de verdad, convencido, demostrado con tus obras y comportamientos? Recordemos las palabras del Señor: “Por sus frutos los conocerán”.
Estamos llamados a ser tierra fértil, aún en medio de nuestras limitaciones e imperfecciones, a dar muchos frutos, solo basta abrirnos a su gracia. Perseveremos, aunque a veces demos uno que otro fruto malo, esforcémonos por dar lo mejor de nosotros en bien de los demás y para mayor gloria de Dios. Dios ha sembrado en nosotros muchas cualidades, capacidades, virtudes y dones, hagámoslos producir, que no nos domine la pereza, el egoísmo y el individualismo.  Dios los bendiga. Feliz domingo.

P. Gregorio Gil Cruz Glz.
gil_0971@hotmail.com