domingo, 26 de junio de 2011

Reflexión dominical del Padre Gregorio Gil Cruz. Nochixtlán

Domingo, día del Señor
“El que ama a su padre o a su madre más  que a mí, no es digno de mí…”
Evangelio: Mt. 10,37-42
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “El que ama a su padre o a su madre más  que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí: la salvará.
Quien los recibe a ustedes  me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.
El que recibe al profeta por ser profeta, recibirá recompensas de profeta; el  que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa  de justo.
Quien diere, aunque  no sea  más  que un vaso de agua fría  a uno de estos pequeños, por  ser discípulo mío, yo les aseguro  que no perderá su recompensa”. Palabra del Señor.
El seguimiento supone morir así mismo y entrar por el camino de la entrega y el servicio, como Jesús. El evangelista presenta la radicalidad del seguimiento a Cristo, aunque pareciera algo muy duro e irrealizable, Jesús quiere recordarnos que en nuestra jerarquía de valores Dios debe ocupar un lugar muy importante. Su seguimiento exige, pues, una total entrega. No se trata aquí de dejar a los familiares sino de relativizar esas adhesiones personales al seguimiento de Jesús. Seguir a Jesús exige renuncias y sacrificios; Jesús pone de ejemplo a la familia porque para todos la familia es algo muy importante, muy sagrado, con lo que nos quiere enseñar que incluso todo eso se pone al servicio de la construcción del Reino.
Nos asegura además que el que es capaz de renunciar a ciertas cosas, el que es capaz de sacrificarse, incluso de dar la vida por él será recompensado en gran medida: “El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará”.
Así nos recuerda también el Apóstol San Pablo: “por medio del bautismo, hemos sido incorporados a su muerte”, para que, “así también nosotros llevemos una vida nueva”. El cristiano que sigue radicalmente a Cristo resucitará a una vida nueva. Vida que nos concede el Padre por colaborar en su proyecto de salvación.
Sigamos a Cristo en sus enseñanzas, hagamos el esfuerzo diario de optar por sus enseñanzas, ser discípulo de Jesús exige hoy en día renunciar al fraude, al robo, a la deshonestidad, a las injusticias y optar por la honradez, la rectitud, y todo lo que engrandece al hombre. Ser discípulo de Jesús es renunciar a ciertas comodidades que pueden venir de situaciones de injusticias o de corrupción. Es sacrificar algunos gustos personales por los demás, es dejar algún entretenimiento por ayudar a algún enfermo o escuchar a alguna persona que necesita de nuestro apoyo. El discípulo tiene que ser como una luz que ilumine con su testimonio de vida. Así comprendemos mejor las palabras del Señor: “El que ama a su padre o a su madre más  que a mí, no es digno de mí…” Despojémonos de todo lo que nos pueda impedir colaborar con Jesús en su proyecto de salvar a la humanidad.
Que todo lo que hagamos cada día, lo hagamos pensando en agradar a Dios y así todo nuestro actuar será en beneficio de nuestros hermanos. No olvidemos, todo lo que hoy hagamos en beneficio de los demás, Dios nos  recompensará al ciento por uno. Dios los bendiga Feliz domingo.
P. Gregorio Gil Cruz Glz.
gil_0971@hotmail.com